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Rugen las flores (Subterfuge 2015) vuelve a ser un pantone de melancolía. La tristeza, la apatía y una tímida alegría se reparten entre las 11 canciones que integran el nuevo trabajo grabado en el estudio La Mina de Sevilla. La banda ha hecho tándem con el productor cordobés Raúl Pérez, que es algo así como el Paco Loco (que tiene su estudio en el Puerto de Santa María —Cádiz—) de la ciudad hispalense. Un chalet en la localidad de Espartinas sirve como refugio —estudio y alojamiento— a los músicos que acuden a él para compilar sus canciones en un entorno alejado del mundanal ruido. O, lo que es lo mismo: tener un Du Manoir a la española.
Para masterizar han acudido a SAE Mastering en Phoenix, Arizona. Es el estudio en el que ha trabajado gente como Bill Callahan, Cat Power, Death Cub for Cutie o Yo La tengo. Por cierto, este lugar no tiene nada que ver con la escuela de sonido SAE Institute (por si alguien tiene dudas).
Los vizcaínos se han vuelto a esmerar en crear atmósferas de tonalidad grave que induzcan a estados mentales cercanos a la depresión. En caso de que ya se padezca el hastío, la música de McEnroe no hará más que confirmar el síndrome. Dice un amigo periodista que este grupo no tiene ni una triste canción alegre.
Pero es que, éste es su encanto: ser la banda de las desgracias mundanas, las catarsis emocionales y las soledades auto inducidas.
La formación que integran Ricardo Lezón, Eduardo Gúzman, Gonzalo Eizaga, Jaime Guzmán, Pablo Isusi y Olivier Arson ha titulado su LP inspirándose en un poema del mexicano Eduardo Lizalde; que fue uno de los cinco poetas que creó el poeticismo. Un movimiento iniciado en los años cincuenta basado en hacer poesía, reflexionar sobre las obras creadas y tratar de emprender nuevas formas de afrontar la existencia.
De esta manera, la pesadumbre de McEnroe toma valor intelectual o por lo menos, se acerca a él.
En cuanto a la producción, en Rugen las flores no se han complicado en innovar: base rítmica contundente, guitarras con efectos que quitan densidad a los bajos y arreglos con metalófonos y panderetas que dan un poco de vitalidad a los funerales en los que se convierten las canciones del disco. La voz de Lezón es una autovía que a veces se agradece , otras aburre (por uniforme) y otras se confunde con la de Nacho Vegas.
Muchas Gracias A+
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