Consigue llegar al nº 1 de Los 40 Principales y a los primeros puestos de las listas de ventas. Es uno de los seleccionados para representar a España en el exclusivo Festival de la Canción de Viña del Mar (Chile) donde defenderá un tema de Danny Daniel que aquí no será comercializado, pero será regalado en formato flexidisco (un vinilo que giraba a 33rpm, tenía música por una sola cara y podía doblarse) por el programa radiofónico El Gran Musical de la Cadena SER.
Tras una larga estancia por Sudamérica, regresa para ir al Festival de Benidorm con “Ella Era” (Hispavox, 1978). Será su último disco como solista. Una buena voz y una buena presencia como la suya no duran mucho en el paro. Pronto encontrará acomodo en el reparto de la versión española del musical “Evita” (Andrew Lloyd Weber, 1978), que aquí estuvo protagonizada por Paloma San Basilio. También formará el dúo Amor 2 con una voz femenina, grabando un LP y desapareciendo a continuación.
Los años 1973 y 1974 son para olvidar en la carrera de este cantante. No cuaja ningún hit y la calidad anda en horas bajas en su producción, tanto en los temas propios como en los que escriben otros autores para él. En este caso, copan casi por completo el disco los temas compuestos por el propio cantante. Sigue ahondando en baladas huérfanas de originalidad con lejanos tintes de cantautor y agarrándose a fórmulas que en esos años ya funcionan cada vez peor.
Esto se hace evidente en este LP del que tan solo se publicó un sencillo de adelanto: “Aún me Queda la Esperanza” (Hispavox, 1974). Hispavox no veía claro este producto y pasó de editar en España ningún sencillo más ante la gélida acogida de este disco grande.
Lupas y auriculares necesito para encontrar temas de escucha recomendada.
Siendo generosos, vamos a quedarnos con el segundo corte: “Mónica”, un tema para una buena voz en plan Tom Jones, salvando muchas distancias, pero que posee buen ritmo y un desenfado que se agradece entre tanta ruptura amorosa como contiene este disco.
Entre los temas más lentos me quedo con el que da título al LP. Arreglos instrumentales relativamente originales, orquesta muy bien conducida y una melodía interesante.
Fue la canción más escuchada del LP y no nos extraña, pues es de las pocas presentables.
Para olvidar directamente temas como la ranchera -o cosa parecida- “O te quedas o te vas”, compuesta por él mismo y que no guarda ni pizca de relación con el resto del disco. También entre las más flojas dentro de un flojo disco se encuentran la tediosa y vocinglera “Solo el silencio” o ese lamento vocal lamentable titulado “Déjame partir” con una letra que hubiese merecido una música más inspirada.
Un long play pensando en el futuro en el que todos los temas, excepto el exitoso “Una Sencilla Canción de Amor” (Hispavox, 1972), son novedades. La apuesta de Hispavox por Tony Landa no se para en barras y confía en él también como autor, ya que es el firmante en letra y música de la mayor parte de los temas. Suyo es el primero de los temas “Un adiós”, que sería también publicado en el formato pequeño. Un buen tema que se mueve entre el dinamismo alegre y popero y el anquilosado estilo melódico que entonces tanto se llevaba.
Conjuga relativamente bien ambos impulsos y consigue un medio tiempo que se escucha sin problemas y tiene algo de rejuvenecedor, a pesar de su letra de despedida. Esto de las despedidas no es cosa nueva en este cantante, pues se pasó ocho años cantándonos y contándonos despedidas y rupturas.
El segundo corte, “Esta mañana”, es una balada quejumbrosa y con poca chicha hasta que en los últimos compases se disloca en un ritmo funky insospechado y bastante artificioso que quita plomo al asunto.
La canción que da título a todo el disco es otra balada con sonidos de teclado imitativamente clásico sobre el que Tony pone su voz más profunda, a base de notas largas y romanticismo tópico por un tubo.
Se mire por donde se mire no justifica que fuese elegida para nombrar todo el trabajo Más adelante encontraremos otro aire casi de cantautor cansino en “Añoranza” con un cierto parecida a ésta.
Siguiendo con peñazos y despedidas, esta vez con dejes sudamericanos en la melodía y una guitarra y una trompeta levemente mexicanas en la instrumentación, nos topamos con “Mi viejo amor”, que alterna una estrofa anodina con un estribillo más movido y bailable.
En descargo del cantante, hay que indicar que es uno de los dos únicos temas de otros autores. Aunque no es nada del otro mundo, “Ven” presenta unos arreglos instrumentales bastante originales en los que el cantante se desenvuelve bien por momentos. Uno de los mejores temas de este LP, sin duda.
“Piedras del camino” tiene una introducción tan larga como confusa, que después no tiene nada que ver con la melodía subsiguiente.
El desmadre viene de la mano de las percusiones carnavaleras y playeras de “Oyekitaino” con trompetas a punta pala que recuerdan al gran Herb Alpert.
En vista de la flojedad de los anteriores temas compuestos por el propio cantante, aquí se decide acoplar dos temas ajenos muy poco conocidos.
El primero de ellos es “Untill it’s time for you to go” de la folclorista norteamericana Buffy St. Marie en una versión casi irreconocible que la convierte en otra balada más de su repertorio.
Tampoco este disco logró atinar con la tecla del triunfo y Tony Landa siguió su lenta caída hacia la nada musical, a base de repetir los mismos arreglos en melodías que, además, guardaban ciertas semejanzas con otras anteriores.
Cuando la década de los 60 cambiaba su primera cifra por el siete ocurrió la eclosión de la canción melódica en España. El público demandaba chicos guapos de buena voz que cantaran baladas y tiempos medios de forma convincente, al estilo de lo que algún año antes había ocurrido en Gran Bretaña con Engelbert Humperdinck y otros. Había negocio de por medio y no es de extrañar que varios cantantes de conjuntos muy conocidos abandonaran sus formaciones de siempre para lanzarse a una carrera en solitario. Lo hizo Lorenzo Santamaría de Los Z-66, Mick Kennedy de Los Bravos, Julián Granados de Los Buenos, Manolo Galván de Los Gritos, Juan Pardo y Junior cada uno por su mano. Lo hizo también, entre algunos más, Tony Landa, el cantante de Los Mitos.
Tony Landa había nacido en Bilbao en 1948. Claro que entonces no se llamaba Tony Landa, sino José Antonio Santiesteban Landa. Estudió y trabajó brevemente como delineante. Sus primeros pasos musicales los dio como cantante de Los Famélicos que luego se fusionaría con Los Espectros para alumbrar Los Mitos.
Tras conseguir importantes éxitos con este último conjunto, se va a despedir de sus compañeros en febrero 1970 en una gala en Baracaldo y va a debutar como solista en abril de ese mismo año en la sala Holliday de su ciudad natal con un acompañamiento de lujo y cosechando un triunfo importante. Se montará un concurso radiofónico para buscarle un nombre y por fin se elegirá el apellido Landa, que era su apellido materno. Su repertorio de entonces incluía ya algún tema propio que publicaría posteriormente en disco.
Grabará con Hispavox; es decir, con la misma marca con la que mantenía contrato como parte de su grupo. “Tan Feliz / Tu Amor por Mi” (Hispavox, 1970) supone un éxito menor sin romper para nada en el ansiado triunfo. Por si este semifracaso fuera poco, la corneta militar le reclama y va a pasarse los quince meses siguientes en algún cuartel, según se decía por entonces, haciéndose un hombre. Casi siempre eso de hacerse un hombre consistía en gandulear con un fusil al hombro, hacer guardias en la que no se guardaba nada, beber como un cosaco y poco más.
A la vuelta del asunto caqui encuentra que su sello sigue confiando en él hasta el punto de haber encargado una canción a su medida al tándem Arcusa-De la Calva; esto es al Dúo Dinámico. La canción en cuestión es “Una Sencilla Canción de Amor” (Hispavox, 1972), una gran balada que será el mayor hit de toda su carrera y ocupará los primeros puestos del top español y el de algunos países iberoamericanos.
Aprovechando el tirón de ventas, sacará su primer long play: “Momentos Junto a Ti” (Hispavox, 1972). Su imagen venía definida en su rostro por patillas de boca de hacha y en su vestuario por ternos de chaqueta entallada y unos nudos de corbata con el grosor de un puño o despechugado con apoteósicos cuellos de camisa sobrevolando las anchas solapas de la chaqueta. Era lo que se suponía vestir entonces un joven elegante.
Durante los años siguientes va a seguir editando sencillos que no revalidarán el anterior triunfo. En ellos aparecen temas propios, alguna versión internacional y también una canción firmada por Juan Erasmo Mochi: “Aún me Queda la Esperanza” (Hispavox, 1974).
La carrera de Tony languidece, a pesar de sus frecuentes apariciones televisivas y de hacer sus deberes profesionales de promoción y galas. En 1975 participa en el Festival de Mallorca con “Un Barco a la Deriva” (Hispavox, 1975), que tampoco logra su objetivo. Sin embargo, va a grabar un nuevo single con dos temas de José Luis Perales y va a dar en la diana. “Adiós” (Hispavox, 1976) va a conseguir llegar al nº 1 de Los 40 Principales y a los primeros puestos de las listas de ventas. Es uno de los seleccionados para representar a España en el exclusivo Festival de la Canción de Viña del Mar (Chile) donde defenderá un tema de Danny Daniel que aquí no será comercializado, pero será regalado en formato flexidisco (un vinilo que giraba a 33rpm, tenía música por una sola cara y podía doblarse) por el programa radiofónico El Gran Musical de la Cadena SER.
Tras una larga estancia por Sudamérica, regresa para ir al Festival de Benidorm con “Ella Era” (Hispavox, 1978). Será su último disco como solista. Una buena voz y una buena presencia como la suya no duran mucho en el paro. Pronto encontrará acomodo en el reparto de la versión española del musical “Evita” (Andrew Lloyd Weber, 1978), que aquí estuvo protagonizada por Paloma San Basilio. También formará el dúo Amor 2 con una voz femenina, grabando un LP y desapareciendo a continuación.