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En 1971 Joan Manuel Serrat tiene al público dividido. Por un lado, TVE le ha vetado por su negativa a participar en Eurovisión con ‘La La La’ si no era para interpretarla en catalán. Por otro, tiene a la escena de la Nova Canço desconcertada por su bilingüismo: no se ciñe a cantar en catalán, saca discos en este idioma y en castellano indistintamente. ‘Mediterráneo’, elegida por un par de programas de RTVE y por Rolling Stone la mejor canción en español de todos los tiempos, la escribirá desde esa desazón en un pequeño retiro en México, lejos del mar. «Llevaba semanas en el interior. Soñaba literalmente con él. Agarré el coche y me fui a un lago, aunque sólo fuera por hacerme a la idea del mar que añoraba. Es en esos casos cuando me doy cuenta de que para mí, el mar, y concretamente el Mediterráneo es una identidad: una identidad feliz», recordaba el artista en 2014 en el diario El País.
Hijo de un anarquista y de una ama de casa de Belchite (Zaragoza), donde en 1937 hubo una sangrienta batalla en plena Guerra Civil en la que murieron algunos miembros de su familia, Serrat entiende el Mediterráneo como sinónimo de libertad, pese a que su historia ha llegado a ser muy turbia («a fuerza de desventuras, tu alma es profunda y oscura»). En ella, confronta la amenaza de la muerte («si algún día para mi mal, viene a buscarme la parca / empujad al mar mi barca con un levante otoñal / y dejad que el temporal desguace sus alas blancas») con un arenal de esperanza a través de una línea de guitarra ligera como una pluma, unas flautas y trompetas próximas al swing y ante todo, cierta sensación de aceptación y calma.
Está ‘Mediterráneo’ inundada de nostalgia («quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa»), lo que no impide que sobre toda la grabación navegue y predomine cierta alma libre «de marinero».
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A esa sensación contribuyen los maravillosos arreglos de Gian Piero Reverberi y Juan Carlos Calderón, quien, procedente del jazz, básicamente trabajaba en la época con «todo el mundo» según sus propias palabras, lo cual se nota en el detalle y la virguería de diversos momentos que hoy calificaríamos como «pop de cámara». Explicaba hace unos años, antes de morir: «En el primer disco de Aute metí todo lo que sabía, hay toda clase de músicas allí. También colaboré en ‘Mediterráneo’ de Serrat con algunos arreglos que aún hoy utiliza en directo. Les metía incluso arreglos de jazz. Ellos venían al club de jazz donde tocaba a verme tocar».
Es gracias a ellos que ‘Vagabundear’ suena como una canción envalentonada capaz de echarte al monte, y ‘Lucía’ como el amor más grande y hermoso que pueda existir.
Se cuenta que Serrat era un donjuán por aquella época, y llamativa es la cubierta del disco en que le vemos inmortalizado como un hippie de la época por la fotógrafa Colita, transparente delante del mar. Con melena desgarbada y camiseta como recién salida de Carnaby Street, Joan Manuel nos está contando de manera diáfana una serie de historias costumbristas que le atañen a él y a la España que le rodea, destacando la declaración de intenciones que resulta ‘Vagabundear’. El entonces joven de 28 años es ya aquí un «ciudadano del mundo» que no por adorar y añorar su tierra, está ciego ante las bondades de las de los demás: «No me siento extranjero en ningún lugar / Donde haya lumbre y vino tengo mi hogar / Y para no olvidarme de lo que fui / Mi patria y mi guitarra la llevo en mí».
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Allá donde va, arrastra las historias de los suyos, y numerosos son los retratos ricos que encontramos de la sociedad de principios de los años 70.
El que más ha trascendido es el de ‘Tío Alberto’, inspirada en Alberto Puig Palau, un aristócrata barcelonés de la época conocido por su labor de mecenas, su apoyo al flamenco y a los gitanos -que fueron quienes le dieron el sobrenombre que titula la canción- y que llegó a codearse en Mas Castell con Luis Miguel Dominguín, Manolete, Lola Flores, Salvador Dalí, Ava Gardner y Grace Kelly, pues conocida fue también su pasión por el cine. Se han escrito libros sobre este personaje fallecido en 1986, cuya ambivalencia es defendida por Serrat, y ante todo su generosidad: «De todo lo que puede dar, su casa está de par en par / Quien quiere entrar tiene un plato en la mesa / Pero no os cambia el cielo por la orden de la legión de honor / que le dio la República Francesa».
Y son igual o incluso más interesantes los retratos más mundanos. ‘
Qué va a ser de ti’ relata el sufrimiento a tenor de una hija que ha perdido la inocencia y se ha ido de casa («Se le borraron las pecas / Y su mundo de muñecas / Pasó… pasó veloz y ligera / Como una primavera en flor»). ‘Pueblo blanco’ se inspira en Mojácar, un pueblo de Almería en el que no hay esperanza ni oportunidades, porque más que la prosperidad, lo único que aguarda es la muerte. Desde allí, el narrador solo puede soñar con huir a un lugar mejor («si yo pudiera unirme a un vuelo de palomas / y atravesando lomas dejar mi pueblo atrás, juro por lo que fui que me iría de aquí / pero los muertos están en cautiverio / Y no nos dejan salir del cementerio»).
Con el tiempo, los versos que aluden a los muertos, al polvo, la piedra y a la guerra en este ‘Pueblo blanco’, adquieren un significado especial para las víctimas de las dictaduras de Pinochet en Chile y Videla en Argentina.
La muerte de familiares rondaba a Serrat cuando escribió ‘Mediterráneo’, como contaba en un reportaje reciente para El País en el que recorría algunos de los lugares donde ideó el disco una vez regresó de México, muy especialmente escenarios de Calella de Palafrugell (Girona), aunque también hablaba de Cala d’Or en Mallorca como lugar referencial en el desarrollo de esta obra que desde entonces nos pertenece a todos.
Expresiones tan habituales en 2021 como «el síndrome del nido vacío», la «España vaciada» o «la ley de memoria histórica» vienen a la mente hoy en día cuando volvemos a enfrentarnos a estas canciones, y el propio Joan Manuel Serrat ha ido aprovechándose con el paso del tiempo de hasta qué punto estamos ante un disco vivo. En El Periódico en 2018 vinculaba ‘Mediterráneo’ con el movimiento verde y se mostraba especialmente orgulloso del trato de la mujer que hace en el disco. «El Mediterráneo, aunque a vista de pájaro sea fantástico y maravilloso, es un mar con serios problemas.
De contaminación y humanos. Eso acompaña ahora los conciertos. No puedo pretender pasar de largo esta materia. Como no puedo pasar por alto la importancia de la mujer en mis canciones, acercarme al problema de género que estamos viviendo y tomar posición».
Hay cierta sensualidad en algunos versos de ‘Mediterráneo’ como «eres como una mujer perfumadita de brea» y muy especialmente en ‘La mujer que yo quiero’, donde escuchamos que «La mujer que yo quiero es fruta jugosa / Prendida en mi alma como si cualquier cosa». Al margen del erotismo en estas figuras, esta última canción aboga por la independencia femenina, de la misma manera que ‘Qué va a ser de ti’ nunca juzgaba mal a la mujer que había decidido dejar a sus padres atrás.
La mujer que Serrat quiere no puede ser devota («La mujer que yo quiero no necesita bañarse cada noche en agua bendita»), aunque eso implique que será tan libre que finalmente le hará sentir como un esclavo (el cantautor se refiere a sí mismo con lo de «pobre Juanito»). De hecho, el amor es secundario para ella: «la mujer que yo quiero no necesita / deshojar cada noche una margarita». La canción incluye una defensa de una de las críticas misóginas habituales en la época: dicen que la mujer que quiere «tiene muchos defectos y demasiados huesos», pero a él no le importa.
Declaraba Joan Manuel recientemente sobre el papel de la mujer en este disco y en su carrera: «La presencia de la mujer en mis canciones como madre o como compañera o como formadora es tan importante no tanto por una cuestión sexual, sino más bien de admiración por su papel en la formación, no solo la mía sino de toda la sociedad.
Hemos vivido en un tiempo en el que la mujer ha tenido una exposición muy marginal, pero en cambio ha tenido una gran presencia en el mundo de la formación más próximo, en casa. Es un tema que me interesa mucho recalcar: el porqué de la presencia de la mujer en mis canciones, ya sea como madre, o como ‘tieta’, o abuela, o de amores, o de suegra… Está allí, en todas sus formas, constantemente». ¿Una voz contra el heteropatriarcado, acaso?
‘Mediterráneo’, que curiosamente se defendió como el primer disco de estudio en castellano de Serrat, pese a ser el 8º en total, porque algunos de sus lanzamientos se consideraban recopilaciones de singles, se completa con más canciones significativas, como ‘Barquito de papel’ («sin nombre, sin patrón y sin bandera»), esa ‘Vencidos’ que se basa en un poema de León Felipe sobre El Quijote, pero que obviamente está hablando de la Guerra Civil y del exilio, y la delicatessen ‘Aquellas pequeñas cosas’.
Una cucada de menos de 2 minutos de guitarra y cuerdas, con las que el autor quería «reflejar la ternura de lo cotidiano». El poema ‘Las moscas’ de Machado fue la inspiración última, e histórica fue su interpretación sin camiseta en la película ‘Mi profesora particular’.
Y después está ‘Lucía’, junto a ‘Mediterráneo’ el gran clásico del disco (solo que últimamente el público ha preferido su versión acústica con Silvio Rodríguez), «la más bella historia de amor que tuve y tendré».
Mucho se ha escrito sobre su verdadera destinataria, quién sabe si una azafata de Iberia, quién sabe si una mujer cuya boda trató de impedir Serrat a la desesperada; pero lo que trasciende es su facilidad para atravesar el tiempo. Un sentimiento hacia una mujer cuya intimidad nunca se ha vulnerado, pero de la que permanece un recuerdo intenso, calando hasta los huesos: «tu sombra aún se acuesta en mi cama / con la oscuridad, entre mi almohada y mi soledad». Resuena aún en el corazón de las dos Españas aquello de que «no hay nada más bello que lo que nunca he tenido».
Ni la censura de la época pudo contener este torrente de canciones excelentes y ‘Mediterráneo’ fue un enorme éxito comercial, siendo nombrado exactamente el disco más vendido de España en 1972 por el Promusicae de la época.
Escaló al número 1 el 3 de enero de aquel año tras una edición subrepticia en 1971, lo mantuvo durante 20 semanas y permaneció en listas absolutamente todo el año. A la censura franquista se le atragantó el artista, fue declarado persona non grata y no fue hasta 1976 que recibiría el indulto tras la muerte de Franco. Desde entonces Serrat jamás se cansaría de su hit. Profesional y determinado -y agradecido por haber podido alcanzar semejante estado de gracia-, indica que aún toca ‘Mediterráneo’ «no solo por obligación sino por gusto».
Este disco ha sido ripeado de un vinilo por nuestro amigo: Oscar.
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