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A mediados de los 60 se formó un núcleo duro de grupos catalanes de rhythm and blues que imitaban como podían a las grandes bandas inglesas de la especialidad y en ocasiones componían sus propios temas: Los Polares, Los Jóvenes, Los Go-Go, Los Zooms, Los No o Los Watts. Otros, los menos, procedían de diversos puntos cardinales, caso de Los Archiduques asturianos, Adam Grup valencianos y Los Grimm madrileños. Ninguno de ellos duraría mucho, pero todos dejaron estimables muestras dando cuarenta y cinco vueltas por minuto en los tocadiscos.
En el número 34 de la revista Fans, allá por 1966, aparece en portada el siguiente titular: “The Watts venden sus huesos para comprar guitarras eléctricas”. Personalmente, pensé que debía ser muy incómodo tocar sin esqueleto y que la imagen física de la banda se iba a resentir no poco. En el interior aclaraban que esa venta se realizaba a una facultad universitaria y no se haría efectiva hasta el fallecimiento de los dueños. La noticia dio la vuelta a una España entre perpleja y divertida. Lo que logró rápidamente es un plus de publicidad para este nuevo grupo sabadellense.
Los primitivos dueños de los esqueletos eran Antonio García Romera, Joaquín Catalán, Ángel Guardia, Juan Navarro Montoya y Buenaventura Fabregó. El nombre de Los Watts comenzó a sonar por causas extramusicales y enseguida un sello quiso sacar tajada del asunto. Publican dos EP en la misma semana: “Girl / Balla Balla” (Philips, 1966) y “Lágrimas de Rock / Lupe / Un, Dos, Tres / Todo Es Parte de Ti” (Philips, 1966). En su interior puro garaje con versiones de The Beatles, The McCoys, Cilla Black, Elvis Presley, Carl Perkins y algún tema propio. Cada canción es una descarga de menos de dos minutos a piñón fijo con guitarras agudas, eco arcaico, punteos chirriantes, aspereza vocal y escasa maña instrumental. Rock and roll y blues de tres acordes para fustigar con intensos latigazos al oyente.
A finales de 1966 vuelven a ser noticia nacional al batir (o eso se afirmaba) el récord mundial de resistencia tocando durante veinticinco horas ininterrumpidas sin cambiar de músicos ni descansar en un club de Sabadell, un feudo donde eran auténticos héroes locales.
Sus dos primeros EP se vendieron muy poco. Su proyección fuera de Barcelona y su entorno fue nula, aunque aparecieron en algún programa televisivo rodado en los estudios de Miramar. Todavía editarían un tercer disco: “Llegaste Tarde / Bang Bang / No Te Voy a Querer / Solo Tú” (Philips, 1967).
Recreaciones de Sonny & Cher y Rolling Stones que seguirían el mismo camino de sus antecesores.
Hacia 1968 finaliza la carrera de uno de los conjuntos más excesivos de toda la década. Bizarría sonora y vital, garaje arquetípico y sonido de una suciedad que no la quita ni el más potente antigrasa. Hoy los pocos ejemplares que circulan de sus viejos vinilos cuestan un huevo y son codiciada pieza de coleccionismo. De sus huesos, palabra que no sabemos dónde pueden hallarse en este momento.
LaFonoteca
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