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La preselección para Eurovisión había sido laboriosa tras la renuncia de Raphael a ser por tercer año consecutivo el representante español. Manolo y Ramón habían compuesto una canción, “La, la, la”, quedando por delante de “Nos falta fe”, de Juan y Junior. Finalmente TVE había nombrado a Joan Manuel Serrat como representante. Serrat había grabado el tema en castellano con arreglos de Bert Kaempfert y había hecho promoción.
Sin embargo, Serrat estaba entre la espada y la pared. En Cataluña se le acusaba de cantar en una lengua opresora y venderse al franquismo. Once días antes de la celebración del festival, Serrat dice que o canta el tema en catalán o no va a Eurovisión. La participación española queda en el alero. La emisión radiofónica o televisiva de las canciones de Serrat queda prohibida durante años.
Hay que buscar un repuesto. Ofrecen el asunto a Marisol, buena amiga de los autores, que declina la oferta.
Y papá Emilio consigue que su hija y representada sea la elegida in extremis. En diez días, Massiel debe regresar de México, preparar la canción, grabar y sacar el disco, promocionarlo en Europa y preparar su actuación en el Royal Albert Hall de Londres. Ni al Dúo Dinámico ni a su mánager (y de Serrat), Lasso de la Vega, les hace gracia la sustituta. El dúo declara que tiene el corazón dividido y la madre de Massiel se lanza a la yugular, afirmando que los miembros del Dúo Dinámico eran malos como compositores y peores como personas.
Se hicieron malabarismos. En 24 horas Massiel grabó una canción que no conocía en español e inglés. Al día siguiente viajó a París y se compró un vestido minifaldero de Courrages y de ahí saltó a Londres con el tiempo justo de ensayar en el teatro circular.
El 6 de abril todo parece preparado para que el ídolo local Cliff Richard gane con su “Congratulations”, pero en las últimas votaciones seis votos de Alemania hacen que Massiel y el “La, la, la” ganen por un solo voto el concurso de Eurovisión 68. Algo que pocos saben es que una parte importante del triunfo se debe a la sabiduría del director de orquesta Rafael Ibarbia, que aceleró el ritmo, dándole mayor fuerza a la interpretación. Ramón Arcusa la coge en brazos y zanja más o menos la polémica anterior.
LaFonoteca
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