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Grupo insignia del rock andaluz
No se confundan: el flamenco-rock fue fruto de las circunstancias y de la necesidad, y no el último invento de un productor ávido de sabores exóticos. Smash y Triana (y Alameda, y Guadalquivir, y Cai…) eran rockeros porque habían escuchado con devoción a Cream o a Pink Floyd, y eran flamencos en la medida en que actuaban con naturalidad: en casa no había una fender, sino una guitarra flamenca. Algún día alguien tendrá que analizar concienzudamente el determinante papel que jugaron en la eclosión del rock andaluz las bases militares americanas de Morón y Rota, convertidas en exclusivas vías de entrada en la Andalucía occidental de lo más granado del rock anglosajón de los 60 y 70.
Jesús de la Rosa y Eduardo Rodríguez salieron escaldados de su experiencia en Tabaca, grupo de armonías vocales a lo Crosby, Stills & Nash, después de que CBS reclamara de ellos un hit digno de competir por el título de canción del verano. Pero De la Rosa tenía un nuevo proyecto. Básicamente, la idea se puede resumir así: creemos un grupo en el que cada cual haga lo que mejor sabe. En un principio, Lole y Manuel entraban en los planes de De la Rosa, aunque finalmente Triana terminaron siendo Eduardo Rodríguez Rodway, Juan José Palacios –Tele- y, cómo no, Jesús. «Chicago son de Chicago y se llaman Chicago. Pues yo soy de Triana…».
La frase es de Tele e ilustra hasta qué punto las cosas siguieron un rumbo perfectamente lógico. Los teclados de De la Rosa eran inconfundiblemente progresivos pero al mismo tiempo su voz era andaluza hasta la médula. Eduardo Rodríguez era un solvente guitarrista flamenco, mientras que Tele desgranaba con las baquetas el compás por bulerías casi sin despeinarse. Eduardo recuerda así los primeros ensayos del grupo: “Nosotros mismos nos sorprendíamos con lo que estábamos haciendo”.
Con la inestimable ayuda de Teddy Bautista, pero pagando de sus bolsillos, Triana graba en los estudios Kirios de Madrid el single “Recuerdos de una noche».
Corre el año 1974. El revolucionario sonido del grupo sevillano (algo así como unos King Crimson andalusíes) es totalmente incomprendido en los despachos de las grandes discográficas. Sólo el olfato del productor Gonzalo García Pelayo evita el fracaso: Triana consigue un contrato con Gong, sello en el que verá la luz el primer larga duración del grupo. Se trata del mítico álbum «Triana», conocido popularmente como “El Patio” (Gong-Movieplay, 1975) por la célebre ilustración de la portada, un disco que en su momento pasó casi desapercibido, pero que hoy en día es considerado unánimemente una de las obras cumbres de la música española, y que incluye clásicos imperecederos como “Abre la puerta” o “En el lago”.
Julián Molero
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